El sabio-ignorante

El sabio-ignorante

Lleva unos cuantos días rondándome por la cabeza el sabio-ignorante del que hablaba Ortega y Gasset: «[…] un señor el cual se comportará en todas las cuestiones que ignora, no como un ignorante, sino con toda la petulancia de quien en su cuestión especial es un sabio».

Caen en mis manos dos investigaciones: un estudio de las Universidades de Liverpool y de East London sobre los criterios diagnósticos del DSM-5 y una revisión a la Guía de Práctica Clínica sobre el tratamiento del trastorno por estrés postraumático (TEPT) de la APA (Asociación Americana de Psicología), este realizado por los investigadores Norcross y Wampold y publicado en la Revista Psychotherapy. En ambos casos, se viene a concluir que los enfoques diagnósticos eminentemente biomédicos no son adecuados para su fin, pues olvidan factores claves que afectan a la eficacia del tratamiento: cómo intervenir, la adaptación del tratamiento a las características singulares y “originales” del individuo, el contexto y la relación terapéutica.

O sea, concluyen estos estudios que los referidos enfoques diagnósticos son “sabios” en la teoría, pero “ignorantes” en la práctica terapéutica.

Asisto a un congreso sobre suicidio infantil y juvenil y a un seminario sobre trastornos de la conducta alimentaria. ¿Denominador común?: el enfoque de terapia cognitivo-conductual (TCC) y más concretamente, la llamada tercera generación de la TCC. (Puede ser una debilidad personal pero siempre que oigo hablar de las terapias 3G me viene a la mente la película de Spielberg “Encuentros en la tercera fase”).

En el primer seminario me encontré con la aseveración, de uno de los ponentes, de que “el tratamiento más eficaz para las conductas suicidas es la Terapia Dialéctico Conductual”. En el segundo seminario, se sugería que “para las conductas alimentarias el Tratamiento “Transdiagnóstico” sería el más adecuado”. Ambos tratamientos y sus elaboradas nomenclaturas se encuadran, por supuesto, en el enfoque terapéutico cognitivo conductual. Evidentemente, ¡sólo se presentaron trabajos con un abordaje cognitivo-conductual! “Sabios” en su campo, “ignorantes” en los demás.

Participo en un taller sobre terapia breve orientada al problema (modelo Palo Alto). Desde mi punto de vista, por parte del ponente, ha habido un exceso de defensa del modelo “paloaltiano puro” frente a su evolución. “Sabio” en el pasado, “ignorante” en el presente y, obviamente, una limitación de cara el futuro.

Encuentros e intercambio con otros colegas de profesión. La mayoría sigue el enfoque cognitivo-conductual, nada de extrañar, por otra parte, dado que la TCC es el modelo que impera en nuestras facultades de psicología. Y cómo no, llega el momento en que algunos “sabios” de la TCC comienzan a defender a capa y espada la gran virtud de su modelo: “el único basado en la evidencia científica”. Me pregunto si esto puede corresponder ya a una ignorancia supina. ¿Saben los que afirman tal cosa en qué se basa el método científico? Quizá, una pizca de conocimiento de la epistemología no les vendría mal.

Aprovecho para hacer una referencia a los alumnos del curso de Experto en Psicoterapia Breve Estratégica, organizado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, de cuyo cuerpo docente formo parte: siempre les recalco que sean curiosos, lean lo más que puedan, se instruyan, e intenten conocer antes que reconocer. En caso contrario podrán terminar su formación, en el mejor de los casos, siendo una especie de “sabio-ignorante” y en el peor de los supuestos, un miembro más de la “masa” terapéutica.

PD: No sé para qué escribo mis reflexiones, si como promulgó Stanislaw Lem, allá por los 80 del siglo pasado en su ensayo Provocación, “nadie lee nada; los pocos que leen, no comprenden nada; a los pocos que entienden, se les olvida enseguida”Ley de Lem.