Hablando con la locura

Hablando con la locura

En uno de mis posts, comentaba cómo la estructura de los problemas (cómo funcionan y qué los mantienen vivos en el presente), el círculo vicioso se repite, lo cual ha permitido a la Terapia Breve Estratégica desarrollar protocolos de intervención para cada tipo de trastorno.

Tener protocolos, es una gran ventaja, pero no es suficiente para garantizar el éxito de la terapia. Es necesario adaptarlos a la “originalidad” del paciente, a sus particularidades y a su contexto. Es decir, la aplicación de las maniobras, de las prescripciones, varía de caso a caso, a fin de que el paciente nos siga y se adhiera al tratamiento. Como decía Milton Erickson, cada terapia tiene que ser original.

Dos elementos son claves en este nivel aplicativo de la estrategia de solución, que todo buen terapeuta estratégico tiene que manejar:

  1. La relación, o lo que es lo mismo, gestionar la resistencia al cambio (aspecto del que ya hable también en otro post).
  2. La comunicación persuasiva, el sintonizar con la lógica del paciente para cautivarlo y persuadirlo a cambiar.

Tengo que confesarlo, disfruto hablando con la “locura” y cuanto más bizarra, mejor; te permite dar rienda suelta a la imaginación, a la creatividad.

Recuerdo aquel joven que sólo salía por las noches porque le angustiaba la fealdad de la realidad, pero más le angustiaba que su familia le forzara a salir de día para contemplar la belleza del mundo. La forma de establecer la sintonía empezó con una frase: “Pero chico, si tú ves bien, el mundo es feo. Mira las calles, llenas de cacas de pájaro y perros, escupitajos, el olor pestilente de los sumideros, las hojas muertas en las aceras…”.

O aquel adolescente con la mano escayolada por partirse los nudillos descargando su rabia contra una pared de piedra; “soy Leónidas contra Jerges” me dijo; “bien Leónidas, como buen espartano, la próxima vez que tengas un arrebato de rabia, tendrás que sacrificar tu otra mano y golpear fuerte con ella contra la pared”, le contesté (había que ver los ojos desorbitados de su madre ante mi sugerencia).

O el caso de la persona que se quedaba bloqueada con determinadas sílabas, incapaz de pronunciarlasporque no consigo construir la sílaba en mi cabeza; me dicen que no lo piense, pero no puedo dejar de pensar en cómo construir la sílaba”. Aquí la cosa ya ha tenido que ser un poco más elaborada: “Pero si tienes uno de los mejores recursos, ¡aprovechémoslo!. Tienes que pensar cómo se construye cada una de las letras y cada uno de los fonemas que componen la sílaba; así estaremos usando el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho, que se unirán para dar sonido a la sílaba, tú problema es que estás construyendo la casa por el tejado: vas directamente a la sílaba, saltándote el paso previo, las letras y fonemas”.

O la tricotilomanía “evolucionada”, donde el placer es comerse el bulbo del pelo arrancado (y no el mero hecho de esa fina línea donde el dolor se convierte en placer).  La conversación inicial: Terapeuta: “¿Te comes todos los bulbos o seleccionas el pelo que vas a arrancarte para comerte el bulbo?” Paciente: “No, no, lo selecciono. Me arranco los pelos más gordos, porque tienen un bulbo más gordito, aunque ya me quedan pocos o ninguno; me cuesta encontrarlos”. Terapeuta: “Qué pena, porque ciertamente los bulbos de pelo de elefante, como les llamo yo, son más sabrosos”.

Podría seguir enrollándome con cientos de casos, porque como dije, disfruto hablando con la “locura”. No hablo con “pepito, Juanito o menganito”; como digo a mis alumnos, un terapeuta estratégico habla con el sistema perceptivo-reactivo, con la manera como la persona percibe la realidad y reacciona ante ella, es decir, el significado atribuido a la realidad percibida (realidad de segundo orden como le llamaba Paul Watzlawick) conlleva a actuar, reaccionar, en el caso de los trastornos psíquicos, de manera disfuncional.

Hablar con el sistema perceptivo-reactivo permite hacer sentir al paciente que lo comprendes (“¡por fin alguien me entiende!” te explicitan muchos), que estás en su misma lógica de pensamiento, que sabes de lo que hablas, que conoces del tema y eres experto, predisponiendo de este modo al paciente a ir aceptando las reestructuraciones perceptivas (nuevos puntos de vista, nuevos significados para esa realidad percibida) hasta adherirse a la prescripción.

“Sólo esto” ya es más de medio camino hecho para aliviar el sufrimiento de muchos. Por eso se trata de una terapia breve.